El
marco y la estructura de la sociedad industrial-mecanicista están siendo
desplazados por formas tan diferentes como las que experimentó la humanidad
durante la transición de la sociedad medieval a la moderna.
La nueva fuente
de riqueza en el tejido empresarial es el
saber, el conocimiento humano incorporado en el ser humano. Dicho saber
debe ser anexionado a cualquier otro factor tradicional de producción, comercio,
trabajo y capital.
Estamos
entrando en una era completamente diferente a las anteriores. El gran cambio
está marcado por la transición entre las creencias de la sociedad industrial
caracterizada por supuestos mecanicistas y las de la sociedad del conocimiento
vivo, como sinónimo de saber.
Ya
no es suficiente con acumular información o conocer, ahora es
necesario saber.
La
diferencia estriba en que estar informado es adquirir conocimientos "desde
fuera", es decir, conocimientos prestados, mientras que saber significa
incorporar el conocimiento cambiándonos consecuentemente a nosotros mismos y
mutándose ese conocimiento en sabiduría. Y, ¿cuál sería la diferencia? La respuesta
es clara, la sabiduría lleva implícita un estado mental más equilibrado,
tranquilo y satisfactorio en el que los estados de ansiedad, insatisfacción y
presión no tienen fácil cabida. Además la sabiduría es mucho más operativa que
el mero conocimiento.
Dicho
de otro modo, la sabiduría, a través de la comprensión del conocimiento, sí es
capaz de cambiar a una persona, el conocimiento por sí mismo, no.
Hay
que comprender que no estamos, como algunos pensadores suponen, simplemente
ante una actualización de la tecnología.
El saber implica
un cambio en la propia persona, una evolución del ser.
Pero no se puede
hablar del “saber” sin tener conciencia. Y curiosamente, el ser humano, y en
este caso concreto, el directivo u operario, menos del 2% de las operaciones
mentales que vivencia son conscientes.
El Dr. Kofman, prestigioso economista, propone la idea de la empresa y empresario consciente, donde apunta
la importancia que tiene para el directivo estar atento al mundo interior, sin
dejar de perder de vista al mundo exterior. Esto le permite adaptarse y actuar
para potenciar su vida, y con ello fluir en el devenir de su empresa.
Denomina así a
la empresa consciente, como la organización “donde las personas tienen los
objetivos alineados con sus valores de
servir al mundo y obtener a
cambio de ese servicio la energía necesaria para seguir subsistiendo y crecer.
Favoreciendo el desarrollo de la consciencia”.